jueves, 8 de octubre de 2015

Aquella infancia secreta

 Niños que luchan contra monstruos vegetales, caballos que llevan la velocidad del fuego y diminutos patibularios que esperan a hombrecillos aún más pequeños son algunas de las anécdotas de las narraciones breves –e incluso brevísimas– que habitan dentro de El cuerpo secreto de Mariana Torres.
El cuerpo secreto
La mayoría de los personajes de los cuentos son a un tiempo inquietantes y entrañables. Se trata niños que sufren dolores “tan intrínsecos a la vida que llegan a fascinar y sufrirse por partes iguales”, como la niña atrapada dentro de un corsé, el pequeño con un corazón de piedra que lastima a sus amigos y el niño que es un árbol monstruoso de cuya boca salen húmedas flores doradas. Así, sustentado sólidamente en las brumas de las fantasías infantiles, el mundo que construye el conjunto de los treinta y cuatro relatos editado por Páginas de Espuma hará que cada lector recuerde las imágenes con que pasó las mejores horas de su vida durante aquella edad de la utopía perdida que antecedió a la adultez.
“Los niños son tierra formada, levantada, en pleno crecimiento vertical, verde y llano”, escribe la autora en uno de estos cuentos, el titulado “Volver a la tierra”. La afirmación permite descubrir el motivo que palpita debajo de los pequeños personajes: la tierra, la cual no es otra cosa que el más antiguo símbolo de lo maternal, la etapa más primitiva de la humanidad, anterior a las fantasías de la individualidad. Esto no solo es evidente en “Tierra Madre” donde una criatura recibe una “leche blanquísima” de una negra enorme, sino en los niños que se enredan en las copas de los árboles o les gusta hacerlos crecer en sus entrañas. Por eso, los monstruos se transforman en follaje, algunos niños son peras, así como otros trepan por todas partes, incluso por los aires, o se enfrentan con el vacío, desafiándole. Lo mejor de los cuentos del primer libro de esta madrileña nacida en Brasil es que brotan de la tierra: son húmedos y ctónicos, como los campos fértiles.
Las coloridas imágenes trepidantes que se suceden en estas narraciones confirman que la autora se formó en la Escuela de Cine de Madrid, pero no es esto la marca de su estilo. Si lo más interesante de estas historias es su registro simbólico natural y la estructuración de sus temas en tres obsesiones –la perspectiva infantil sobre el dolor, las imágenes acuáticas como contrapartida real y metafórica tanto de los desiertos como de los abismos y la tierra como aliento de la vida y depósito de la muerte– el estilo representa un aspecto que debe notarse, porque navega entre el registro clásico y la forma de la vanguardia. No es una contradicción. A pesar de que están construidos con la economía expresiva de los cuentos modernos –no en balde la autora es profesora en la prestigiosa Escuela de Escritores–, los relatos de Mariana Torres se parecen a los cuentos de los hermanos Grimm y de Charles Perrault, antes de que la pedagogía simplista de Walt Disney los echara a perder.

@miciroche


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