miércoles, 21 de octubre de 2015

Pensar desde Simon Leys

Simon Leys (Bruselas, 1935) podría encontrar una aguja en un pajar. Las encuentra, las examina, las memoriza, las guarda y exhibe su brillo cuando escribe. Digo agujas para remitirme a mínimos incidentes, anécdotas de lo variopinto, frases y detalles que a otros pasarían inadvertidos. Más que un lector, un rastreador. Leys escoge una de estas agujas, y ello le basta para escribir estas cautivadoras piezas cortas que publica en La Quinzaine Littéraire y en New York Review of Books. Un curioso de paleta incomparable, donde coinciden escritores y artistas chinos, referencias a culturas de distintas regiones del planeta y autores de la tradición literaria occidental. Un inspirado que toma de aquí y de allá, anuda sus agujas en un pensamiento paradójico, que plasma en breves textos sin desperdicio. Su secreta inquietud: desde dónde pensamos. Cómo pensamos.
La felicidad de los pececillos
La felicidad de los pececillos. Cartas desde las antípodas (Ediciones Acantilado, España, 2011) nos recuerda que “la ignorancia, el oscurantismo, el mal gusto o la estupidez no son fruto de simples carencias, sino de otras tantas fuerzas activas, que se afirman furiosamente a la menor oportunidad, y no toleran ninguna excepción a su tiranía. El talento inspirado es siempre un insulto a la mediocridad. Y si esto es cierto en el orden estético, aún lo es más en el moral”. Leys se revuelve contra los prejuicios, al tiempo que intenta limpiar el parabrisas con que vemos el mundo.
Pondré algunos ejemplos. En Conocer y desconocer China, Leys desmonta la obra de Francois Jullien, con argumentos demoledores: no le interesa China, sino que se sirve de ella para darle forma a sus propios pensamientos. En El éxito es vulgar expone al crítico norteamericano Edmund Wilson como un gigante hueco. En “Los escritores y el dinero”, serie de tres entregas, defiende una idea contraria a la tesis de la obsesión productiva: nadie debería sentirse obligado a llevar sus fuerzas al límite, de modo de preservar una parte de su vida, de su tiempo, para su propio bienestar. Copio esta anécdota que Leys, a su vez, tomó de las Memorias del compositor ruso, Dmitir Shostakovich: “Un general de Nicolás I tenía una hija; éste se casó con un húsar en contra de la voluntad de su padre. Éste pidió al zar que tomara cartas en el asunto, y Nicolás I promulgó de inmediato dos decretos: el primero anulando el matrimonio y el segundo restableciendo la virginidad de la muchacha” (Leys podría tener una lejana afinidad con Eliot Weinberger, también fascinado por las antípodas; en su libro Algo elemental, publicado por la Editorial Atalanta, el neoyorkino hace algo similar a Leys: reproduce una anécdota paradójica, que André Malraux, a su vez, cuenta de la gata de Sthépane Mallarmé).

Nelson Rivera
@nelsonriverap


Título Original: Libros: Libros: Simon Leys

La primera versión de este artículo se publicó en http://www.el-nacional.com/autores/nelson_rivera/

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